JOVEN ORQUESTA DE LEIOA
Reflexionando sobre estos últimos 14 años al frente de la Joven Orquesta de Leioa (JOL), he caido en la cuenta de todo lo que he aprendido de ellos, tanto desde el punto de vista pedagógico como desde la propia técnica de dirección. Y es que cuando tienes delante músicos jóvenes, sin experiencia, todavía estudiantes, la forma en que se aborda la música tiene inevitablemente una dimensión didáctica: todo lo que se les plantea musicalmente tienes que poder fundamentarlo (dirección de la música, equilibrios tímbricos, nivel de dinámicas, fraseos, la importancia de la armonía y el ritmo armónico, la relación de los tempi con el ritmo armónico,la figuración, etc., las líneas maestras de índole estilística...). El objetivo último con una orquesta de jóvenes es, a mi juicio, formarles musical, técnica y artísticamente. Esta es una situación que me ha obligado a reflexionar y profundizar, no ya en la música que les he ido proponiendo, sino sobre todo, en el modo en que debía plantear todas las cuestiones. A los estudiantes hay que darles razones fundamentadas interpretativas. No vale aquello de "haced esto, porque lo digo yo, o porque es así" sin más. Cabe añadir que también tiene sus beneficios desde el punto de vista de la técnica de dirección porque te obliga a ser muy exacta y explícita en los gestos, de manera que no haya equívocos e imprecisiones. Con una orquesta joven, más que nunca, el gesto está al servicio de la música y los músicos y todo lo supérfluo obstaculiza la precisión de los mensajes. También tengo que reconocer que , en ocasiones, el gesto está sobreactuado porque generalmente el nivel musical y técnico de los miembros no es tan uniforme como sería deseable y esto obliga al director a "empujar" a los que responden más tardíamente (por diferentes motivos, que van desde la pereza, hasta la falta de coraje, la dificultad técnica de un pasaje...). En estos casos, el gesto no es todo lo natural que una desearía, pero ayuda a mantener al grupo ensamblado, que es en definitiva lo que se pretende.
Me parece una cuestión muy relevant, así mismo, la elección del repertorio que se realiza con una joven orquesta ya que tiene más que ver con objetivos pedagógicos que con los gustos personales del director. Es una equivocación planificar repertorio fuera del alcance técnico del grupo y esto es algo que observo frecuentemente en algunas jóvenes orquestas. No voy a negar que, en cierto modo, las aspiraciones del director de una joven orquesta en cuanto al repertorio pueden quedar frustradas. En mi caso, por ejemplo, he tenido que esperar muchos años antes de observar en ellos la madurez y el nivel técnico necesarios para poder montar obras del calado del Requiem de Mozart, la Misa en Do op. 86 de Beethoven o sinfonías de Mozart, Haydn, Beethoven y Schubert. Pero soy consciente de que hay obras que con las características de una orquesta de estudiantes es probable que nunca pueda abordar. Me estoy refiriendo al repertorio sinfónico de la segunda mitad del XIX y del XX, por ejemplo.
No obstante, y retomando el comienzo de este comentario, dirigir a jóvenes tiene sus contrapartidas positivas. Insisto en que el aprendizaje se realiza en las dos direcciones (orquesta-directora y directora -orquesta). Aunque podría extenderme mucho sobre este tema, unicamente voy a añadir que la gran satisfacción personal de dirigir a un grupo de estudiantes no reside tanto en el montaje de grandes obras sino en los pequeños logros musicales y técnicos que se trabajan durante los ensayos y que durante el concierto público se convierten en auténticos guiños de complicidad entre los músicos y el director. !Que íntima satisfacción puede llegar a provocar una entrada exacta en pianísimo después de una cesura o la exactitud de un pasaje de dificultad técnica en violines II, por no hablar de una buena afinación en un pasaje en octavas de flauta y oboe!. Estas son las recompensas del trabajo y yo he aprendido a disfrutarlas.
Reflexionando sobre estos últimos 14 años al frente de la Joven Orquesta de Leioa (JOL), he caido en la cuenta de todo lo que he aprendido de ellos, tanto desde el punto de vista pedagógico como desde la propia técnica de dirección. Y es que cuando tienes delante músicos jóvenes, sin experiencia, todavía estudiantes, la forma en que se aborda la música tiene inevitablemente una dimensión didáctica: todo lo que se les plantea musicalmente tienes que poder fundamentarlo (dirección de la música, equilibrios tímbricos, nivel de dinámicas, fraseos, la importancia de la armonía y el ritmo armónico, la relación de los tempi con el ritmo armónico,la figuración, etc., las líneas maestras de índole estilística...). El objetivo último con una orquesta de jóvenes es, a mi juicio, formarles musical, técnica y artísticamente. Esta es una situación que me ha obligado a reflexionar y profundizar, no ya en la música que les he ido proponiendo, sino sobre todo, en el modo en que debía plantear todas las cuestiones. A los estudiantes hay que darles razones fundamentadas interpretativas. No vale aquello de "haced esto, porque lo digo yo, o porque es así" sin más. Cabe añadir que también tiene sus beneficios desde el punto de vista de la técnica de dirección porque te obliga a ser muy exacta y explícita en los gestos, de manera que no haya equívocos e imprecisiones. Con una orquesta joven, más que nunca, el gesto está al servicio de la música y los músicos y todo lo supérfluo obstaculiza la precisión de los mensajes. También tengo que reconocer que , en ocasiones, el gesto está sobreactuado porque generalmente el nivel musical y técnico de los miembros no es tan uniforme como sería deseable y esto obliga al director a "empujar" a los que responden más tardíamente (por diferentes motivos, que van desde la pereza, hasta la falta de coraje, la dificultad técnica de un pasaje...). En estos casos, el gesto no es todo lo natural que una desearía, pero ayuda a mantener al grupo ensamblado, que es en definitiva lo que se pretende.
Me parece una cuestión muy relevant, así mismo, la elección del repertorio que se realiza con una joven orquesta ya que tiene más que ver con objetivos pedagógicos que con los gustos personales del director. Es una equivocación planificar repertorio fuera del alcance técnico del grupo y esto es algo que observo frecuentemente en algunas jóvenes orquestas. No voy a negar que, en cierto modo, las aspiraciones del director de una joven orquesta en cuanto al repertorio pueden quedar frustradas. En mi caso, por ejemplo, he tenido que esperar muchos años antes de observar en ellos la madurez y el nivel técnico necesarios para poder montar obras del calado del Requiem de Mozart, la Misa en Do op. 86 de Beethoven o sinfonías de Mozart, Haydn, Beethoven y Schubert. Pero soy consciente de que hay obras que con las características de una orquesta de estudiantes es probable que nunca pueda abordar. Me estoy refiriendo al repertorio sinfónico de la segunda mitad del XIX y del XX, por ejemplo.
No obstante, y retomando el comienzo de este comentario, dirigir a jóvenes tiene sus contrapartidas positivas. Insisto en que el aprendizaje se realiza en las dos direcciones (orquesta-directora y directora -orquesta). Aunque podría extenderme mucho sobre este tema, unicamente voy a añadir que la gran satisfacción personal de dirigir a un grupo de estudiantes no reside tanto en el montaje de grandes obras sino en los pequeños logros musicales y técnicos que se trabajan durante los ensayos y que durante el concierto público se convierten en auténticos guiños de complicidad entre los músicos y el director. !Que íntima satisfacción puede llegar a provocar una entrada exacta en pianísimo después de una cesura o la exactitud de un pasaje de dificultad técnica en violines II, por no hablar de una buena afinación en un pasaje en octavas de flauta y oboe!. Estas son las recompensas del trabajo y yo he aprendido a disfrutarlas.
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