Hace unos 6 años tuve la oportunidad de conocer a la pedagoga y violinista japonesa Keiko Wataya de manera casual e inmediatamente fui consciente de que me encontraba ante una auténtica Maestra del violín y un excepcional músico y desde entonces vengo trabajando con ella en la coordinación y preparación del curso de Interpretación de Violín que anualmente tiene lugar en Bilbao dentro de los "Encuentros de Arte y Cultura" organizados por la Universidad del País Vasco.
Tengo que decir que aunque no se sea violinista de puede aprender de ella cosas realmente importantes para un músico que normalmente no se tratan en las clases instrumentales. Y es que su visión ciertamente oriental sobre como se debe afrontar el estudio, la disciplina de trabajo, la organización del pensamiento musical y su traducción en la interpretación, la conciencia del propio cuerpo y su control a todos los niveles (muscular, articular, gestual...) o la importancia del autoconocimiento, la confianza en uno mismo y el equilibrio entre la esfera emocional y la puramente mecánica, son entre otras algunas de las profundas reflexiones que Wataya ofrece en sus clases y son necesidades comunes a todos los instrumentistas.
Esta profesora, de aspecto menudo, simpática y con una risa muy sonora, habla continuamente de la "pereza" que encuentra en los estudiantes españoles a la hora de estudiar. A diferencia de los estudiantes de otros países europeos, los alumnos de nuestro país no buscan la perfección en sus interpretaciones, confían en su talento emocional e intuiciones y descuidan la disciplina técnica que es la que hace posible poder expresar esas emociones con convicción y naturalidad. Vamos, en otras palabras, que somos un poco chapuceros y justificamos las imperfecciones camuflándolas con una "cierta expresividad" que no convence nunca por sí sola. Ella tiene experiencia sobrada con estudiantes de todo tipo en Conservatorios europeos de Colonia, Utrech, Amsterdam, el Mozarteum, Musikene...Y sabe de lo que habla. Comenta en ocasiones algo que resulta muy aleccionador: los estudiantes españoles se comportan de manera diferente cuando estudian en otros paises. Quizás influenciados por el contexto musical, muy competitivo y altamente cualificado de estudiantes de otros países (como Alemania), cuando salen de España se vuelven camaleónicos con el entorno y estudian de manera más "profesional".
Otra de las cuestiones que Wataya subraya como definitorias de los estudiantes de nuestro país es la "pasividad", en general, que muestran los jóvenes a la hora de avanzar y profundizar en las cuestiones técnicas y musicales; parece que todo se lo tienen que dar pensado y hecho: en resumen falta de iniciativa en la búsqueda de soluciones a los problemas.
Por último, Wataya opina que no es una cuestión de falta de talento, que lo hay y mucho entre los estudiantes de violín, sino un problema de actitud frente a lo que significa prepararse para ser un profesional del instrumento. Y por supuesto, la falta de sincronia que hay entre lo que quieren conseguir y el precio que están dispuestos a pagar por ello (en términos de esfuerzo e implicación).
Hoy acaba de concluir el curso de este año y puedo decir que los alumnos que han asistido, al igual que otros años, se sorprenden de la energía que desborda esta mujer en sus clases. Es posible que la mayoría de ellos acudieran en busca de soluciones a pasajes concretos de obras concretas; no se si se habrán llevado en la maleta las soluciones que buscaban, pero lo que si está claro es que se llevan de equipaje toda una filosofía sobre el arte de estudiar un instrumento. A mi juicio lo que les ha dado tiene más valor que lo que buscaban porque son las herramientas para avanzar de manera independiente, reflexiva y consciente en la solución de cualquier problema que se les presente en el futuro. Ojalá se hayan dado cuenta del tesoro que les ha trasmitido.
Tengo que decir que aunque no se sea violinista de puede aprender de ella cosas realmente importantes para un músico que normalmente no se tratan en las clases instrumentales. Y es que su visión ciertamente oriental sobre como se debe afrontar el estudio, la disciplina de trabajo, la organización del pensamiento musical y su traducción en la interpretación, la conciencia del propio cuerpo y su control a todos los niveles (muscular, articular, gestual...) o la importancia del autoconocimiento, la confianza en uno mismo y el equilibrio entre la esfera emocional y la puramente mecánica, son entre otras algunas de las profundas reflexiones que Wataya ofrece en sus clases y son necesidades comunes a todos los instrumentistas.
Esta profesora, de aspecto menudo, simpática y con una risa muy sonora, habla continuamente de la "pereza" que encuentra en los estudiantes españoles a la hora de estudiar. A diferencia de los estudiantes de otros países europeos, los alumnos de nuestro país no buscan la perfección en sus interpretaciones, confían en su talento emocional e intuiciones y descuidan la disciplina técnica que es la que hace posible poder expresar esas emociones con convicción y naturalidad. Vamos, en otras palabras, que somos un poco chapuceros y justificamos las imperfecciones camuflándolas con una "cierta expresividad" que no convence nunca por sí sola. Ella tiene experiencia sobrada con estudiantes de todo tipo en Conservatorios europeos de Colonia, Utrech, Amsterdam, el Mozarteum, Musikene...Y sabe de lo que habla. Comenta en ocasiones algo que resulta muy aleccionador: los estudiantes españoles se comportan de manera diferente cuando estudian en otros paises. Quizás influenciados por el contexto musical, muy competitivo y altamente cualificado de estudiantes de otros países (como Alemania), cuando salen de España se vuelven camaleónicos con el entorno y estudian de manera más "profesional".
Otra de las cuestiones que Wataya subraya como definitorias de los estudiantes de nuestro país es la "pasividad", en general, que muestran los jóvenes a la hora de avanzar y profundizar en las cuestiones técnicas y musicales; parece que todo se lo tienen que dar pensado y hecho: en resumen falta de iniciativa en la búsqueda de soluciones a los problemas.
Por último, Wataya opina que no es una cuestión de falta de talento, que lo hay y mucho entre los estudiantes de violín, sino un problema de actitud frente a lo que significa prepararse para ser un profesional del instrumento. Y por supuesto, la falta de sincronia que hay entre lo que quieren conseguir y el precio que están dispuestos a pagar por ello (en términos de esfuerzo e implicación).
Hoy acaba de concluir el curso de este año y puedo decir que los alumnos que han asistido, al igual que otros años, se sorprenden de la energía que desborda esta mujer en sus clases. Es posible que la mayoría de ellos acudieran en busca de soluciones a pasajes concretos de obras concretas; no se si se habrán llevado en la maleta las soluciones que buscaban, pero lo que si está claro es que se llevan de equipaje toda una filosofía sobre el arte de estudiar un instrumento. A mi juicio lo que les ha dado tiene más valor que lo que buscaban porque son las herramientas para avanzar de manera independiente, reflexiva y consciente en la solución de cualquier problema que se les presente en el futuro. Ojalá se hayan dado cuenta del tesoro que les ha trasmitido.
Comentarios
La música era maravillosa.
Suspiré y me sentí algo frustrada (hacía tiempo que me he apartado del piano)
Terminó y quien conducía el programa comenzó a describir a la directora de orquesta, yo me maravillaba al oír... hizo una pausa y concluyó diciendo que era Licenciada en Medicina, en ese momento me levante rápidamente, ansiaba volver a oír su nombre para contactarle, escribirle y decirle lo impresionada que quedé de usted y sus logros.
...
(Amaba la música pero por estudiar Medicina [un poco fuera de mi voluntad] me alejé de ella). Hoy ha regresado mi esperanza de volver a aquel mundo, el de la música, de las letras y el arte.
Tan solo quería decirle que me parece una mujer realmente admirable.
Desde Sudamérica,
Stéphanie
(rommi_2000@hotmail.com)
Un saludo