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LO QUE SE QUEDA EN EL TINTERO

 Volver a este blog después de 11 años y revisitar lo que escribí en plena efervescencia de mi curiosidad por las posibilidades de las nuevas tecnologías me llena de nostalgia y me sonrío. Recuerdo que pensé mantener este blog bien alimentado con grandes ideas, interesantes entradas semanales con las que comunicarme con... con ¿quién?. Pues ni yo lo sé.

Después del entusiasmo de las primeras publicaciones, el interés fue decayendo. Visto desde la distancia, dos son los motivos para abandonarlo definitivamente. Por un lado, falta de tiempo. Mantener vivo un blog, o cualquier red social, precisa de tiempo y energía, cosas ambas que nunca me han sobrado, especialmente el tiempo. Pero esta razón no parece ser suficiente porque he seguido manteniendo Facebook más o menos al día, aunque lo consulto una vez a la semana o cada dos semanas.

¿Por qué facebook sí y el blog, no? Pues aquí viene el segundo motivo de este abandono durante 11 años de mi actividad bloguera: no recibía feedback directo de mis publicaciones, salvo algunos comentarios breves que no tenían nada que ver con las entradas. Me pareció que a nadie le interesaba lo que tenía que contar. Quizás era un blog disperso, no centrado en una temática en particular; quizás mis reflexiones eran muy personales y en un ámbito-el de la música clásica- bastante minoritario. Quizás tampoco era visualmente atractivo, con un lenguaje muy académico, poco cercano a... a ¿quién?. Ni yo sabía a quién dirigía mis escritos; se que tenía, y sigo teniendo, necesidad de escribir y contar cosas, pero creo que quizás lo suyo era haber escrito un diario personal en lugar de airear cosas que no le interesaban a nadie más que a mí.

Me doy cuenta que empleo Facebook porque es el método más rápido para comunicar tus proyectos a la gente que ya te conoce, en lugar de mandar la información por whatsapp a una lista de amigos. Y, además, están los "likes" que acunan el ego un poco cuando pasan de 100. Cuando escribo en FB, se que habrá "amigos" que lo lean. En el blog, no. Pero no parece que FB sea el medio más adecuado para volcar tus sentimientos y pensamientos más íntimos sobre la vida, las personas, el trabajo, compartir las emociones que te han provocado algunas lecturas y explicarlas... No es el lugar adecuado, pero es lo que me gustaría poder compartir. ¿Dónde se puede hacer esto?. Pues con los amigos de verdad, con tu pareja, quizás con algún familiar, y poco más. Y con todos estos no hace falta escribir, basta con hablar sobre ello. Entonces, ¿qué hago con todo lo que me gustaría contar con tinta? -bueno, con tinta de impresora-. Pues nada, que acumulo miles de experiencias que pienso que podrían ser útiles a alguien más y que se quedan atascadas en los lapiceros -a los que ya ni saco punta, fundamentalmente porque no encuentro el sacapuntas y no sale rentable comprar uno en el siglo XXI-.

¡Cuantas cosas se nos quedan en el "tintero" por no tener un auditorio que esté dispuesto a escuchar! Ser huérfano de lectores o escuchantes: esta es la gran tragedia de la falta de comunicación en plena era de redes sociales y TICs.

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