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Oposiciones: una lucha por la supervivencia profesional

Un profesional de cualquier ámbito aspira de manera legítima a mejorar su estatus profesional y para ello existen varios métodos. No voy a referirme a uno de los más habituales en este país, por ser de sobra conocido y "sufrido" por muchos, y que no es otro que el de medrar profesionalmente a base de "enchufismos", como pago de favores, amiguismos, intereses políticos y económicos comunes, y un largo etcétera. Me quiero referir al método más lógico y justo de presentarse a unas pruebas de selección, oposiciones, o cualquier proceso en el que se tengan las mínimas garantías de competir en igualdad de condiciones con el resto de los aspirantes.

Muchos profesionales y ciudadanos en general tenemos la rara sensación de que algunos privilegiados llegan a tiempo para acceder a los puestos de trabajo cuando no se precisa ninguna prueba de selección, mientras que el resto no llegamos nunca a ese reparto libre de privilegios y nos debemos pasar toda nuestra vida profesional mostrando, demostrando y defendiendo nuestra valía en una continua competición con otros colegas en la misma situación de desfavorecimiento. No se suele dar el caso de tener que competir con quien ya disfruta de las prebendas de un puesto de trabajo obtenido por el método de libre designación y, en las escasas ocasiones en las que esto sucede, es habitual que quede en evidencia la falta de rigor en la contratación libre.

No parece muy europeísta continuar con prácticas de selección de personal más propias de un país tercermundista donde los "jefecillos de turno" campan a sus anchas y se rodean estratégicamente de individuos dóciles, que bailan al mismo son y que, como buenos estómagos agradecidos, nunca van a causar problemas ni provocar disensiones en el seno de la empresa.

Denunciar la falta de oportunidades para competir de manera legítima por un puesto de trabajo es sólo una reflexión en voz alta en la que la mayoría estaremos de acuerdo. Pero quisiera tambien reflejar aquí el estado de ánimo del opositor durante unas pruebas de selección.
Recientemente he ganado por oposición una plaza en el Departamento de Composición de un Centro Superior de Música. Vaya por delante, desde mi experiencia en esta oposición, que en este caso el proceso ha sido transparente, el trato recibido para la realización de las pruebas ha sido exquisito y de extremo respeto, las pruebas han sido coherentes y ajustadas a las bases y lo único que había que hacer era demostrar las habilidades, capacidades y competencias que se esperan de un profesor/a de un Centro Superior de Música.

Dicho esto, me gustaría reflejar el estado de ánimo mío y el que pude observar en el resto de opositores durante las pruebas. Los aspirantes más jóvenes se mostraban bastante risueños; los más experimentados en estas lides, mostraban en sus caras la preocupación lógica. Pensé que detrás de cada uno de nosotros se escondía una historia muy diferente y que todos y cada uno de los allí presentes teníamos puestas muchas esperanzas en conseguir la plaza. No conocía personalmente a ninguno de los 7 restantes, pero era inevitable pensar que entre los allí presentes seguro que habría quien tuviera méritos sobrados para hacerse con la plaza. En esos momentos de incertidumbre, te asaltan muchas dudas; la primera, ¿Qué hago yo aquí, con más de 40 años, todavía luchando entre gente joven por el reconocimiento de mis valores como músico y como profesora?; después, a renglón seguido, ¿A quién tengo que demostrar algo?¿A mí misma? o, más bien, busco el reconocimiento de los demás; como continuación a lo anterior: y si no saco la plaza, ¿qué van a pensar mis actuales alumnos, mis compañeros actuales de trabajo, mi familia..? ¿Que no soy suficientemente buena para impartir clases en un centro superior?

Todo un cúmulo de pensamientos negros o grises pasan por tu cabeza en esos momentos y a ello hay que unirle el cansancio que origina la prueba, las noches sin dormir bien pensando en todo ello... Es realmente un milagro que uno pueda finalmente escribir en el papel pautado algo con una cierta coherencia, en el tiempo establecido y con los parámetros y premisas exigidas. Esta situación, pensaba yo, es similar a la que están pasando el resto de los colegas que se presentan, así que, en mayor o menor medida, todos estamos igual de "jorobados" .

Y son precisamente la experiencia acumulada a lo largo de los años, las cientos y miles de partituras leídas, analizadas, tocadas, armonizadas, enseñadas, dirigidas, las que te permiten salir airosa de una situación de stress como es una oposición. Lo que en principio parecen inconvenientes (la edad madura, la responsabilidad que pesa sobre tus hombros por demostrarte a tí misma y a los demás de lo que eres capaz , el qué dirán quienes te conocen en el ámbito profesional, el miedo al fracaso, la pérdida de una oportunidad de oro para promocionarte profesionalmente...) al final se convierten en la mejor arma para defenderte y el mayor estímulo para dar de tí lo mejor que puedes en esas circunstancias.

Por supuesto, no son éstas las primeras oposiciones a las que me presento y gano. También ha habido pruebas de selección a las que he acudido y no he podido ganar ni perder porque ni siquiera me dieron la oportunidad de mostrar mis capacidades: las mismas bases de la convocatoria estaban pervertidas y constituían una trampa que permitía al tribunal seleccionador "desechar" a los candidatos de manera aleatoria, sin justificación fundamentada, sin baremos transparentes y todo con el beneplácito de las instituciones públicas responsables. Toda una maniobra sutil para designar con libertad absoluta a una persona en particular, eso sí, todo maquillado bajo el aspecto de una oposición justa. Esta es otra modalidad relativamente reciente para "medrar" profesionalmente (si tienes los contactos adecuados) y darle apariencia de legalidad a la designación.

Igual que les sucede a muchas personas (la mayoría), nadie me ha regalado nada y todo lo que he conseguido me lo he tenido que ganar a pulso, compitiendo con otros, mostrando, requetedemostrando, estudiando mucho, trabajando aún más y con un espíritu de superación contínuo. No envidio los privilegios de quienes no han tenido que luchar por su status profesional porque, al menos, yo cuando me acuesto me siento satisfecha de mis logros (pequeños o grandes, no importa), porque son míos y de nadie más. Además, afortunadamente, esta situación me permite no deber a nadie nada, ser autónoma e ir con la cabeza muy alta. Lo importante no es lo que tengo, sino lo que soy (lo dice Antonio Banderas en un anuncio televisivo). Y lo que soy me lo debo a mí misma.

Repito que no envidio a los "enchufados" (seguramente entre ellos habrá gente con auténtica valía personal y profesional, no lo dudo), lo que denuncio es la injusticia de algunos medios de promoción profesional y la impunidad con la que se llevan a cabo (por cierto, con el dinero de todos los contribuyentes).

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