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Tres Requiems: Fauré, Mozart y Jenkins


Es abundante el repertorio sinfónico-coral que he dirigido a lo largo de mi carrera, pero si he de marcar tres hitos musicales de especial relevancia musical para mí, estos han sido sin duda los Requiems. Además de haber cantado como coralista el Requiem de Mozart y el de Duruflé, también participé tocando en la Orquesta Sinfónica de Bilbao (cuando era pianista de esta formación) el requiem de Verdi, el War Requiem, etc. Pero mi experiencia posterior, ya como directora, me ha dejado tres recuerdos imborrables ligados a este tipo de composición, que no es otra cosa que una Misa para el alma de los difuntos.

El primer Requiem que dirigí fue el de Fauré, y en el descubrí el significado intrínseco de cada uno de los números y la particular visión de la muerte a través del lenguaje de un compositor que trataba el tema con esperanza, con la creencia de que la muerte es el paso a un paraíso que nos recompensa. La música fluye en un ambiente pictórico nunca trágico ni dramático. Es como hacer un homenaje a la vida desde la experiencia de la muerte.
El Requiem de Mozart, constituye el segundo pilar de mi repertorio sinfónico coral porque es una de las obras que más me han solicitado y he tenido la oportunidad de presentarla en público en 10 ocasiones con agrupaciones orquestales, coros y solistas diferentes. Elegí la versión de Franz Beyer, musicólogo contemporáneo, porque en opinión de muchos expertos, propone una instrumentación que se corresponde, mucho más que la de Süssmayr, con el tipo de instrumentación elegida por Mozart para sus últimas obras. Lo que en todas las ocasiones me ha resultado impactante de este requiem de Mozart es la fuerza iluminadora de su armonía, con ciertos atisbos románticos de vez en cuando, y, especialmente, esa mezcla de sonoridad severa y apacible al tiempo. Se trata sin duda de una Misa de difuntos humanamente conmovedora y patética, sin la más mínima teatralidad. Puede ser considerado toda una declaración de principios de Mozart ante la muerte, definida por el autor como la mejor amiga del hombre. Lejos de la ingenuidad de Fauré, Mozart parece situar al hombre cara a cara con la divinidad.

Y es precisamente otro requiem, el del compositor Karl Jenkins, el último de mis proyectos. Lo estrenaré junto a la Joven orquesta de Leioa, Kantika Korala y Coral S. Juan Bautista el próximo 21 de abril en el Palacio Euskalduna de Bilbao. Curiosamente, aquí tenemos una versión de una misa para difuntos muy enraizada con la contemporaneidad: fusión del lenguaje musical y de las culturas orientales y occidentales. Este Requiem incorpora a lo números latinos tradicionales, 5 "Haiku", poemas tradicionales japoneses que versan sobre la naturaleza. Los utilizados por Jenkins en este requiem hablan del ciclo del agua (nieve, lluvia, mar,etc.) como sinónimos de vida. El resultado es realmente impactante, desde el punto de vista estructural, porque se alternan los números en latin, con los números en japonés. La instrumentación original incluye instrumentos de percusión autóctonos y multiraciales (tambores africanos, darabuca árabe, etc) y una flauta japonesa tradicional (shakuhachi) que establece el diálogo con el coro en todos los números haiku. Yo misma he realizado un arreglo de la orquestación original (sólo para cuerda , percusión y shakuhachi) ampliando la plantilla con madera a dos y dos trompas, con el beneplácito del propio compositor. Será estreno en España.

En resumen, 3 requiems, para tres momentos diferentes de mi trayectoria profesional y tres modos de interpretar el binomio vida-muerte a través de la música.

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